SAN AGUSTÍN DE HIPONA: SU FILOSOFÍA


IDEAS GENERALES
1.Estrecha implicación entre razón y fe, filosofía y teología.

2.El alma tiene el conocimiento de verdades con carácter inmutable y necesario.

 

3.En su concepción de Dios, San Agustín se distancia de toda la tradición platónico-cristiana precedente, tanto griega como latina; frente al Dios neoplatónico "más allá del ser", San Agustín restablece al Dios cristiano en el plano del ser: Dios es "ipsum esse", essentia. inmutabilidad, identificado al "mundo platónico (las "ideas" no son "producidas" por Dios, sino consustanciales a Dios).

 

4.El abismo platónico entre lo inteligible y lo sensible lo convierte San Agustín en infinita distancia entre Dios y las criaturas que sólo se salva en virtud de la creación libre y voluntaria del mundo por Dios. El ser, lo necesario, lo inteligible, lo inmutable, lo eterno, queda del lado de Dios; el no-ser, lo contingente, lo sensible, lo mutable y caduco, lo temporal, quedan del lado del mundo creado.

 

5.La creación lo es a partir de la nada, y no es en el tiempo porque antes de la creación no había tiempo; con el mundo creado nace el tiempo. Dios creó de una sola vez todo lo que ha sido, es y será, y lo creó como rationes seminales, potencias invisibles, gérmenes de las cosas que habrían de desarrollarse en el tiempo.


6.Las ideas son consustanciales a Dios. Esto implica - contrariamente a Plotino - la indistinción del Nous y el Uno y la consiguiente "esencialización" de éste, así como -también contrariamente a Plotino- la Creación del mundo sensible a partir de la nada. En consecuencia, no hay lugar para la proodos. 


7.Al no haber procesión (proodos) a partir de lo Uno (Dios) - como pensaba Plotino - no hay materia como negatividad. Para San Agustín la materia es creada y tiene por lo tanto existencia positiva; y en cuanto creada por Dios es por tanto en sí misma buena y no origen del mal.

 

¿QUE ES EL HOMBRE?: VIDA  Y DESTINO FINAL

"el que busca el modo de conseguir la vida feliz, en realidad no busca otra cosa que la determinación de ese fin bueno en orden a alcanzar un conocimiento cierto e inconcuso de ese sumo bien del hombre, el cual no puede consistir sino en el cuerpo, o en el alma, o en Dios; o en dos de estas cosas o en todas ellas. Una vez que hayas descartado la hipótesis de que el supremo bien del hombre puede consistir en el cuerpo, no queda más que el alma y Dios. Y si consigues advertir que al alma le ocurre lo mismo que al cuerpo, ya no queda más que Dios, en el cual consiste el supremo bien del hombre. No porque las demás cosas sean malas, sino porque bien supremo es aquel al que todo lo demás se refiere. Somos felices cuando disfrutamos de aquello por lo cual se desean los otros bienes, aquello que se anhela por si mismo y no por conseguir otra cosa. Por lo tanto, el fin se halla cuando no queda ya nada por correr no hay referencia ulterior alguna. Allí se encuentra el descanso del deseo, la seguridad de la fruición, el goce tranquilísimo de la buena voluntad" (Epist. 118,313,  PL 33,4381). 

 

ANTROPOLOGÍA: LA INMORTALIDAD DEL ALMA : PRUEBAS

el alma esencialmente es vida; luego no puede carecer de ella. “Si alguien objeta que esa muerte por la que sucede que algo que fue no sea nada, no ha de ser temida por el alma, sino aquella otra por la cual llamamos cosas muertas a las que carecen de vida, tenga presente que ninguna cosa carece de su propio ser. Ahora bien, el alma es una especie de vida, por la cual todo lo que está animado, vive; más todo lo que no está animado y que puede ser animado, se concibe como muerto, esto es, como privado de vida. Luego el alma no puede morir. Porque si pudiese carecer de vida no sería alma, sino algo animado; si esto es absurdo, mucho menos ha de temerse para el alma esta clase de muerte; puesto que, por cierto, no se la ha de temer para la vida. Porque justamente si muere el alma, entonces cuando la abandona aquella vida, esa misma vida que abandona a está, se la concibe mucho mejor como alma, de modo que ya no sea el alma algo que puede ser abandonado por la vida, sino aquella misma vida que es la que abandona. Todo cuanto, pues, ha sido abandonado por la vida se llama muerto, y lo muerto se concibe como dejado por el alma; más esta vida, que abandona a los seres que mueren, porque ella misma es el alma, no puede dejar su propio ser. Luego el alma no puede morir”. (Sobre la inmortalidad del alma, IX, 16). 

 

"No busques fuera. Vuélvete a ti mismo. En el interior del hombre habita la verdad".

“Algunos para hallar a Dios leen libros. ¿Hay el gran libro de la naturaleza…buscas voces más claras? El cielo y la tierra claman: Dios nos hizo(Sermón 126, I). 

 

“Escucha cómo se lo manifestó: En efecto, lo invisible de él se hace visible a la inteligencia por medio de sus obras. Pregunta al mundo, a la belleza del cielo, al resplandor y armonía de los astros, al sol que basta para iluminar el día, a la luna que alivia la noche; pregunta a la tierra, fértil en hierbas y plantas, poblada de animales, embellecida de hombres; pregunta al mar, repleto de una gran cantidad y variedad de seres acuáticos; pregunta a la atmósfera cuántos volátiles mantiene en vida; pregunta a cuanto existe y mira si no parecen responderte a su modo: «Dios nos ha hecho». También hubo nobles filósofos que investigaron todo eso y por la obra hecha descubrieron al artífice”(Sermón 141, cp. 2, 2)

 

A Dios y al alma deseo conocer. ¿Nada más? Nada más (Soliloquios, I, 2, 7). 

 

“Tarde te amé Dios mío, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé. Tú estabas dentro de mi alma, y yo distraído fuera, y allí mismo te buscaba; y perdiendo la hermosura de mi alma, me dejaba llevar de estas hermosas creaturas exteriores que Tú has creado. De donde infiero, que Tú estabas conmigo, y yo no estaba contigo; y me alejaban y tenían muy apartado de Ti aquellas mismas cosas que no tendrían ser, si no estuvieran en Ti, Pero Tú me llamaste y diste tales voces a mi alma, que cedió a tus voces mi sordera. Brilló tanto tu luz, fue tan grande tu resplandor, que ahuyentó mi ceguera. Hiciste que llegase hasta mí tu fragancia, y tomando aliento respiré con ella, y suspiro y anhelo ya por Ti Me diste a gustar tu dulzura, y ha excitado en mi alma un hambre y sed muy viva. En fin, Señor, me tocaste y me encendí en deseos de abrazarte."(Conf. 10, 27, 38).